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Estos artículos, que no siguen un orden cronológico alguno, sino mas bien irán apareciendo según las apetencias del autor, no pretenden ser tratados de história sino, enseñar o explicar a mi modo de ver las cosas un poco de la épica de los Tercios españoles que sirvió para forjar el gran imperio español, además de reconocer la valía de los llamados descamisados que mantuvieron invicta a España en los campos de batallas durante 160 años.

el autor

jueves, 13 de noviembre de 2014

ALZAR BANDERA

El nuevo Capitán antes de reunir la compañía tenía que alzar bandera, se hacía con una sabana que pintaba a su gusto en colores y formas, eso si debería ir cruzada de esquina a esquina con la cruz de San Andrés en roja, pues rojo era el color de los españoles, la ataba a una pica y buscaba a un soldado veterano de su confianza que quisiera ser su Alférez.

Al enterarse los paisanos de la formación de la nueva compañía se le acercaban al Capitán con la esperanza de poder alistarse, de entre la multitud que se arremolinaba, el Capitán elegía su mandos cabos, sargentos además de tambores y pífanos, les adelantaba una paga y los obligaba a vestirse de forma impecable. Así se dirigían al pueblo señalado en la conduta.

La entrada en la villa asignada era de lo más impactante, tambores y pífanos al frente precediendo al Alférez con la bandera en ristre y flameando tras la cual iba el Capitán a caballo, llegaba hasta el regidor del pueblo, le enseñaba la conduta firmada por el Rey y le pedía que le cediese un edificio público para la recluta. La cosa no se demoraba mucho, pues los mozos se alistaban solo por la brillantez y el porte de soldados tan bien montados. 

A continuación la recluta se hacia en una hoja en blanco donde se apuntaba nombre y apellidos del soldado, rasgos característicos ( color de pelo, cicatrices etc...) y se le entregaba uno o dos escudos, para vestirse y calzarse además de un adelanto para la pica.

La Conduta, la patente

Cuando el Rey necesitaba levantar algún ejercito, para la recluta también necesitaba sus correspondientes capitanes, así pues cualquier soldado que se creyera en posesión de méritos suficientes se dirigía a su general para pedirle licencia y presentarse en la corte para tan alto honor.

Portando sus documentos en un canuto ( tubo de ojalata sellado con cera), que no eran más que certificados de sus anteriores mandos donde se expresaban la recomendación sobre las actitudes en el servicio de dicho soldado, se presentaba ante el consejo de guerra entregándoles dichos documentos.

Tras el estudio por parte del consejo de dichos papeles pasaban a entrevistar al aspirante y si pasaba este tramite el consejo de guerra recomendaba al Rey que lo hiciera capitán. Si el Monarca lo tenia a bien le otorgaba la conduta, que era la orden por escrito por la cual el Rey le permitía levantar una compañía en algún lugar del reino, entonces pasaba a la pagaduría real donde se le daba un abolsa de monedas de oro para que este hiciera frente a las primeras soldadas (vestirlos, armarlos) de los miembros de la nueva compañía

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El Motín

Amberes 1576
Mas que el enemigo, que ya es decir, el principal problemas para la corona española en una guerra era los motines de sus propias fuerzas. Los Tercios de forma general, cobraban poco, tarde y mal, esto fue origen de no pocos motines, pero hasta en esto el soldado español de los Tercios era honorable.

Unas veces por falta de capacidad monetaria del Rey y otras por el pillaje de Ingleses y holandeses que saqueaban nuestro barcos cargados de oro para nuestras tropas o la falta de escrúpulos del Rey de Francia que cobraba un tercio del oro que pasaba por sus dominios a modo de peaje, lo cierto que la situación de los Tercios en ocasiones era dantesca, tenemos un ejemplo en el famoso motín de Amberes, los soldados españoles se amotinaron pues la corona les adeudaba 106 mensualidades, pero hasta en esto el tercio tenia un formulismo para amotinarse.

Lo primero que se hacia al plantear un motín era sacar de la guarnición a cualquier mando, así no se le obligaba a elegir entre la lealtad al Rey o a sus hombres y para que su honorabilidad quedara sin tacha, acto seguido se elegía al "Electo"cargo que se le daba generalmente a un soldado con capacidad negociadora que a su vez estaba aconsejado por una comisión de motín también electa. Se reclamaban las partidas adeudadas y se exigía que no hubiese represalias ademas de distintas demandas de índole laboral. El lema del motín era Todo, todo, todo o Todo y en Oro

Si el monto total de lo adeudado era grande el problema estaba servido, pues la corona difícilmente podría hacer frente a esos pagos, en estas circunstancia lo que se hacía era dar la paga de sustento para que fueran viviendo hasta que solucionara el problema monetario.

martes, 11 de noviembre de 2014

Italia, mi Ventura

Disposición de los Tercios sobre suelo italiano.




























El mapa es bastante grande, el que lo solicite se lo mandaré por mail

LAS PLAZAS MUERTAS

El rey a través de sus contadores, veedores y pagadores no proveía de todo los gastos que acarreaba tener una compañía de Tercios sobre el terreno, por lo tanto el capitán ideaba un sistema de ·plazas muertas", esto quería decir que en cada compañía había tres o cuatro soldados virtuales, que no existían, así con la soldada de estos inexistente se pagaban ciertos gastos imprevistos.

Tres o cuatro plazas de este tipo se conideraba que estaba dentro del buen uso militar y no era un abuso sobre las arcas del Rey.

Cuando un veedor llegaba a una compañía para comprobar el número de soldados, el capitán tomaba prestados de otras compañías los soldados correspondientes a esas plazas muertas, así el veedor se corroboraba la realidad de los números y pasaba informe al pagador para que efectuase el pago de las soldadas.

EL DESPOJO

El soldado de los Tercios aparte de su soldada, se enriquecía por el botín, el saqueo, el despojo o los prisioneros.

Durante la batalla el soldado se iba apoderando de armas, ropas, joyas y dinero del enemigo caido, generalmente esta acción estaba mal vista por los jefes, pero no por cuestión de formas, sino porque si el soldado se dedicaba al despojo durante la batalla, abandonaba el combate.

Este menester de despojar al enemigo en muchas ocasiones lo hacia una multitud de pajes, que recorría el campo de batalla tras el escuadrón, rebanando el cuello de los enemigos moribundos y afanando todo, posteriormente buscaban a su señor para entregarles lo rapiñado.

Hay que recordar que en aquella época el soldado entraba en batalla con todo lo que tenía encima, pues no podía dejar sus haberes en ningún otro sitio

martes, 1 de abril de 2014

TIRO AL PICHÓN





TIRO AL PICHÓN

Aquí me encuentro, acostumbrado como estaba a mi querida “Jeroma”, así llamaba yo a mi hermosa ballesta y sin embargo me han obligado a portar este engendro del demonio, que pesa un montón y además es feo de narices y que a mi juicio servirá de poco en el campo de batalla cuando esos malditos franceses, Dios se los lleve al purgatorio cuanto antes mejor, se vengan encima de nosotros montados en esos jamelgos acorazados corriendo como posesos a la caza de nuestros culos españoles.
Lo vi por primera vez en la toma de Baza allá por el año del señor de 1489, los portaban un pequeño grupo que venían del norte, del concejo de Vizcaya y los tontospajones nos miraban por encima del hombro a nosotros, a mi “Jeroma” y a mi y a mis compañeros ballesteros, pero estos prendas no sabían con quien se las estaban jugando, cogí a uno de ellos por banda y las tuve tiesas con el, Hernando Quiñones se llamaba el mamonazo y tras diez o doce “güantás” mutuas terminamos cargados de vino en la tienda que montaba el tío Benito que nos seguía a todas partes con sus mulos y carro para hacernos la vida mas llevadera en el campamento. Entre vaso y vaso de ese vino peleón me comento el tal Quiñones que lo que más le gustaría en este mundo sería enfilar a un moro con su arcabuz y rellenarlo de plomo, como lo hacen con los faisanes que dicen que comen los señores pudiente, que mamón esta hecho este tío.
Pues lo dicho, a la mañana siguiente al despuntar el alba nuestro capitán nos hizo formar, pues el asedio que duraba ya seis meses terminaría ese día, y mira tu por donde lo hicimos junto al pequeño contingente de arcabuceros vizcainos
  • Eh tu andaluz de mierda, vamos a joder a unos cuantos moros
  • veremos lo que sabéis hacer con ese palo de hierro, tontopajón vascón

las lombardas machacaban incesantemente los lienzos de las murallas de Baza viéndose ya grietas importantes, efectivamente, acto seguido se derrumbo un trozo de muro de piedra al los pies de los “homicianos” que siempre, siempre iban en vanguardia. Corriendo como alma que lleva el diablo nos posicionamos y empezamos a asaetear a los moros que asomaban sus infieles narices por la grieta, shiuuu, shiuuu, las flechas inundaron el aire haciendo blanco en carne blanda de gorrino ismailita pero al tiempo Hernando y sus vizcainos comenzaron la rociada de plomo. La leche jamás vi cosa igual, ahí no importaba casco, coraza o escudo todos iban al hoyo sin remisión, racatacataaaa... y otra fila mora al suelo o al cielo con Alá como se quiera, en medio de ese “humerío” vi a los cien arcabuceros en faena, tremendo, miré a mi Jeroma y le dije - llego tu fin pequeña, llego tu fin.

Tras la escabechina y rindiéndose la plaza sus majestades los Reyes, muchos años los tenga el señor en su gloria, entraron por la llamada puerta de la Magdalena obligando al cabecilla moro un tal Cid-Hiaya a bautizarse, con dos cojones. Contentos y otra vez en casa de Benito el del vino peleón hablé con Quiñones.
  • Mira pedazo de carne con ojos, creía yo que esto del armatoste que traíais sería una nueva cagada de los intendentes, pero a fe que me ha sorprendido y reconozco su valía, ¿te imaginas a mil de estos en linea disparando?.
  • Ojala mamón andaluz, pero no creo que lleguemos a tanto.
A tanto no, a más, pues como os decía al principio de mi relato, aquí me encuentro, pero no estoy solo tengo a mi lado a cuatro mil arcabuceros, unas cuantas piezas de artillería y un pequeño contingente de caballería ligera guardando nuestros culos. Que Dios nos coja confesaos, pues los franceses del mamón de Lautrec no tendrán piedad cuando lleguen aquí, a esta pequeña villa de Bicoca.
Las tareas que nos encomendó nuestro coronel Don Fernando Ávalos se ejecutaron al punto y al pie de la letra, no andaba la cosa como para hacerse el remolón, construimos un muro con tierra para cobijarnos tras el y aguantar así las acometidas del francés y unas plataformas terreras que se elevaban sobre nuestras cabezas donde el de Pescara nos ordeno colocar la artillería. Frente a nosotros se encontraba una llanura de unos quinientos metros una pequeña pendiente que según se iba acercando a nosotros se convertía en acusada pendiente, total... una cuesta de toa la vida de Dios, el muro que construimos y apostados en el cuatro grandes lineas de arcabuceros, guardando nuestra espaldas dos escuadrones de lansquetes alemanes y más atrás, muuuuucho más atrás la caballería que teníamos, poquita pero buena. Andábamos ultimando todas las tareas encomendadas cuando de repente al caer la tarde del 26 de abril aparecieron al final del campo los del Lautrec,

  • joderrr, grité, creía que vendrían menos, pero coño se ha traído media Francia...
  • Tranquilo andaluz que hoy me da a mi en el bigote que los vamos a calentar a base de bien, me contesto Hernando, que lo tenía a mi lado
  • Así a ojo calculo yo que serán entre quince a veinte mil, ¡mejor! tocamos a mas por cabeza, jajajaja dijo el vizcaino.

Viendo lo que veíamos nuestro Maestre, el sabio Colonna, mandó un jinete que a uña de caballo tendría que ir a Milán para avisar y traerse refuerzos, como así fue, unos seis mil de caballería que colocaron cubriendo un puente que teníamos a retaguardia. La noche fue tensa, los dos ejércitos en sus posiciones aguardando las ordenes para actuar, pero no paso nada, a la mañana siguiente lo mismo, pero no paso nada y al caer el sol observamos como el enemigo comenzó a mover pieza mandando escuadras de bandas negras a limpiar el campo de estacas y demás que habíamos colocado para ralentizar sus movimiento, el fandango comenzaría en breve, y así fue vimos dos grandes columnas de piqueros suizos que se nos venían encima, marchaban orgullosos en perfectos cuadros, sin esperar a que su artillería ablandase nuestras posiciones, cuando se encontraron a tiro empezó la fiesta para nuestros artilleros. Boom, Boom, Boom nuestros cañones escupían fuego a marchas forzadas, los cuadros suizos eran un perfecto blanco y a fe que empezaron a caer como moscas, cada vez que un bolazo daba en el cuadro veinte o treinta se iban a freír esparragos, Boom, Boom a cada cañonazo mis compañeros vociferaban,- ¡Toma suizo mamón!, Boom ¡Hazte un tirabuzón con esa gabacho de mierda! La algarabía era grande viendo lo que los nuestros le estaban dando a los suyos, pero esa algarabía pronto se torno en rezos cuando observamos que las dos columnas enemigas comenzaban la carga contra nuestras posiciones, esos mercenarios suizos no venían con ganas de hacer amigos, pero Dios había iluminado al de Ávalos pues la cuesta pronunciada que teníamos frente al muro de tierra ralentizo muchísimo la carga de los piqueros, y llego al fin nuestro turno Ratatata, Ratatata nuestra primera y segunda linea de arcabuceros comenzó a rociar plomo sobre esos mamones mercenarios prácticamente a bocajarro, a placer, eso era tiro al pichón, suizo, pero pichón, estos tíos tan grandes, tan rubios comenzaron a caer como fardos al suelo, y otra descarga, y otra al cabo de media hora el enemigo se había dejado en el campo de batalla a mas de tres mil de los suyos además de veintidós capitanes y pensó el de Lautrec que ya era suficiente retirándose al punto.


Otro día mas en la vida de un soldado del Tercio, un día más que sobrevivo para pelear de nuevo en otra ocasión, lastima del soldado Ruy Perez la única baja que sufrimos el día de Bicoca, muerto por la coz de una mula parda, maldita sea su estampa, que no por las malas artes del enemigo.

viernes, 17 de enero de 2014

Encamisada


Ejemplo de Encamisada de un tercio, pequeño trozo de la película Alatriste

El socorro de Goes

Cristobal Mondragón
Los rebeldes orangistas mantenían asediadas dos ciudades importantes de Zelanda, estas dos ciudades Middelburgo y Goes estaban situadas en dos islas y corrían grave peligro de sucumbir, esto sucedía en el año del señor de 1572, y con este panorama se vio uno de los hechos de armas más gloriosos de los tercios en la guerra de los 80 años o guerra de Flandes, como vos gustéis.

Goes que se zafó tiempo atrás de un asedio por parte de las tropas rebeldes fue de nuevo atacada y asediada por una fuerza de 7000 tropas orangista y una escuadra de 40 buques todo esto al mando Jerome Tsraarts gobernador de Flesinga. Los españoles encerrados en Goes no estaban en condiciones de aguantar un enfrentamiento con unas fuerzas holandesas tan superiores.

Sancho Dávila
El socorro vendría desde la desembocadura del río Escalda de la mano de Sancho Dávila y Cristobal Mondragón, pero el plan era descabellado ademas de escalofriante, hoy día para un ejercito moderno sería muy complicado lograr lo que Mondragón y Dávila lograron aquella noche, y digo noche porque el plan consistía en cruzar el brazo de agua que separa Goes del continente andando, con el agua por el cuello y armas y bagajes encima de las cabezas de los aguerridos españoles, pero os diréis, bueno....esto no es tan especial, pero si os digo... que ese trayecto fue de 15 kilometros y de noche rodeados por la flota de "los mendigos del mar".

Poco antes de amanecer llegaron los tres mil soldados del tercio a unos 20 kilometros de Goes, partiendo de inmediato para la ciudad sitiada, forzando la marcha cogieron por sorpresa a las fuerzas sitiadoras que al verse cogidas
de improviso rorriéron en desbandadas hacia los barcos, cosa que aprovecharon los españoles para diezmar a las fuerzas enemigas matando a mas de 800 orangistas, por tan solo 6 bajas españolas.

Así se salvaron las dos ciudades la de Goes y Middelburgo, por el momento lo que pasó con posterioridad ya es otra historia...
linea amarilla recorrido español

Francisco de Bobadilla y el milagro de Empel

Durante la guerra de Flande, que recordemos, también se le llama la guerra de los 80 años, huviéron muchisimos hechos de armas, asedios, sitios, batallas pero también se hizo famoso un episodio épico, extraordinario que se llamó "El milagro de Empel".
Andaba por esos lares el tercio viejo de Zamora formado aproximadamente por 5.000 aguerridos soldados españoles mandado por el Maestra de campo Francisco de Bobadilla. En diciembre de 1585 las tropas españolas se encontraban sitiadas en lo que llamaban "la isla de Bommel", digo que la llamaban así aunque realmente no era una isla, (era un terreno tierra adentro pero estaba rodeada por dos rios el Mosa y el Waal). La escuadra del almirante Holak rodeaba las posiciones del tercio español, la situación de los de Bobadilla era desesperada, y con estas Holak propuso rendición.
Maestre de Campo Bobadilla
Maestre de Campo Bobadilla
La respuesta española no se hizo esperar «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Por aquel entonce en esas zonas que eran inmensos lodazales una tactica militar de los holandeses consistia en abrir los diques de contención para inundar la campiña unas veces, y según las mareas, el agua te llegaría a las rodillas o al cuello  o te inundaba mas de 5 metros bajo las aguas; los españoles viendo la situación se replegaron al único sitio elevado que sobresalía del agua a duras penas una pequeña loma llamada, no sin pocas pretensiones, el monte de Empel.

La escuadra holandesa se aprestaba a llegar con la crecida hasta el emplazamiento del tercio y cañonearlos a placer, allí comenzaron los españoles a parapetarse para aguantar los continuos bombardeos de los barcos y de un fuerte que se encontraba en la otra orilla del río. Cuando un soldado estaba excavando su trinchera, encontró un cuadro de la Inmaculada Concepción. Rápidamente los soldados se agruparon alrededor y colocando el cuadro sobre la pared de una vieja iglesia, comenzaron a rezar y a encomendarse a la Virgen.
 El Maestre Bobadilla a continuación arengó a sus tropas: ¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?” “¡Si queremos!.

Tercios españoles
Tercios españoles
Esa noche la temperatura bajó de forma inusual por esas tierras y un viento huracanado heló las aguas del río Mosa. Por la mañana los españoles viendo que podían caminar sobre las aguas heladas, con furia se lanzaron al ataque, sobre los barcos flamencos que permanecían bloqueados por el hielo, quemando algunos de ellos y capturando otros. Toda la flota holandesa cayó en manos españolas. Esa misma madrugada, los soldados enfurecidos por el duro castigo que habían sufrido por el bombardeo incesante del fuerte, cargaron contra él capturándolo a sangre y fuego.
El almirante Holak en su huida pronunció la frase: “Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro”La Virgen de la Inmaculada Concepción fue tomada desde aquel día como patrona de los Tercios y hoy en día es la patrona de la Infantería Española.



Vía|  Memorial de Infantería Nº 7 de la Revista del Arma de Infantería. Editorial Ministerio de Defensa de España. Toledo. 1987.

jueves, 16 de enero de 2014

La heroica defensa de Castelnuovo

Castelnuovo, la actual Herzeg Novi (montenegro), sobre el Adriático y no lejos de Dubrovnik, fue ocupada por los españoles en 1538, como secuela de la Santa Liga promovida por el emperador Carlos V contra los turcos, de la que formaban parte Venecia, el Papado y el Imperio (como ya vimos en el artículo sobre la batalla de Lepanto). Venecia reclamaba la plaza que estaba defendida por el tercio que comandaba Francisco Sarmiento formado
por unos tres mil hombres. Castelnuovo quedo aislada ya que los venecianos dejaron de abastecerla por mar, única forma de hacerlo ya que estaba enclavada en zona dominada por el turco.
Barbarroja la atacó en 1539 con una gran flota de galeras y 50.000 infantes dirigidos por el Ulema de Bosnia. Los turcos ofrecieron a la guarnición española una rendición honerosa a la que Sarmiento en un alarde de "chulería" propia de los soldados españoles les contesto "gusten vuestras mercedes de venir cuando quisiesen". Tras fracasar los primeros intentos de asalto por parte de los turcos sufriendo una ingente cantidad de muertos y heridos, trajeron la famosa artillería de asalto que se empleo a fondo en las fortificaciones reduciéndolas a escombros. Los últimos 600 defensores se batieron a espada y rodela conta las tropas de Barbaroja, y solo quedaron 200 supervivientes que fueron hechos prisioneros y mandados a Constantinopla.

La gesta impresionó a toda Europa y el hecho heroico fue cantado por poetas de aquel tiempo, aunque hoy día pocos españoles (amnésicos de su propia historia) la recuerden.

miércoles, 8 de enero de 2014

Flandes mi sepultura

Sublevación de los Paises Bajos

Fue un conflicto bélico entre España y sus posesiones en Flandes en la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII (1566-1648). En el reinado de Felipe II, los Países Bajos se habían convertido en una pieza clave de la monarquía española. En el momento en que el eje económico europeo basculaba hacia el Atlántico, Amberes era un emporio comercial y financiero fundamental para los intereses castellanos: el trigo báltico llegaba a España a través de esta plaza, que a la vez era el centro de distribución de las lanas de Castilla. Además, era el fundamento de uno de los ejes del comercio indiano.

La situación política de la zona era complicada, y ello dio lugar a una serie de revueltas en las que, en cada caso, primaron intereses sociales, económicos e ideológicos. Estas revueltas se producían, en ocasiones, de manera simultánea, otras veces se fundían en un movimiento único, pero siempre tenían el denominador común de la defensa de los privilegios locales, frente a lo que los flamencos consideraban la intromisión del poder autoritario y centralista de Felipe II.



2. CAUSAS DE LA GUERRA  

La causa esencial de la guerra de Flandes fue, sin duda, el enfrentamiento de intereses de una y otra parte, pero hubo ciertos factores que actuaron como desencadenantes. En la década de 1560, el rey de España impuso una serie de novedades: el control de las decisiones políticas por el cardenal Granvela, el acantonamiento en distintos lugares de tropas españolas, y medidas religiosas, como la introducción de los jesuitas o la creación de catorce nuevos obispados, que provocaron un amplio descontento. Por otra parte, muchos privilegiados comenzaron a explotar el calvinismo en favor de sus intereses, más políticos y económicos que religiosos, e hicieron del apoyo a esta creencia, la bandera de su idiosincrasia frente a la católica España.

Estas circunstancias se conjuraron con la crisis de subsistencias de 1566 y la consiguiente sensibilización de la colectividad.

3.DESARROLLO DEL CONFLICTO EN EL SIGLO XVI  

En el verano de 1566, se produjo una oleada de desórdenes en las ciudades flamencas que se polarizó en el saqueo de iglesias y conventos. Felipe II, que según cartas de la época, se hallaba "gravemente ofendido" por la incapacidad de la alta nobleza para frenar estas acciones, tomó la decisión de enviar a Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, a los Países Bajos, al mando de un gran ejército.

A partir de su llegada, la tensión se transformó en un enfrentamiento bélico bilateral. El Duque estableció el célebre Tribunal de Tumultos, con una deliberada confusión de jurisdicciones, política y religiosa, y recurrió a una serie de impuestos, destinados a paliar los gastos de la guerra, que enconaron a la burguesía. En este momento comenzaron a operar los 'mendigos del mar', que llegaron a controlar el estuario del Escalda y a comprometer el tráfico comercial de Amberes. Además, Francia e Inglaterra vieron la ocasión de presionar a España apoyando a los rebeldes.


Alba no pudo con la revuelta y, en 1573, fue relevado por Luis de Requesens y Zúñiga, con instrucciones precisas de negociación. Debía salvaguardar, a toda costa, la soberanía española y la ortodoxia católica. Requesens era un hombre de opiniones moderadas, pero fue incapaz de romper la dinámica política de su predecesor; la guerra pues continuó, con desigual fortuna para las tropas españolas. El rey enviaba ingentes sumas de dinero (en 1574, concretamente, más del doble que en los dos años anteriores), pero los gastos del Ejército, que en esas fechas contaba con 86.000 hombres, superaban con creces las posibilidades económicas. En septiembre de 1575, Felipe II declaró suspensión de pagos de los intereses de la deuda pública de Castilla y la financiación del Ejército de Flandes quedó cortada. Fue el revés definitivo para un hombre que había encajado a la fuerza un cargo, cuyos objetivos no había logrado encauzar. Requesens murió en marzo de 1576. El vacío de poder propició el más célebre de los saqueos de Amberes (4 de noviembre), que sirvió de aglutinante para una rebelión general de católicos y calvinistas frente al Ejército español.

La situación fue encomendada entonces a don Juan de Austria. Mediatizado por la escasez de recursos, no pudo hacer otra cosa que aceptar la mayor parte de las condiciones de los rebeldes, lo cual no aclaró la complicada situación política. Don Juan murió en octubre de 1578 y fue sustituido por Alejandro de Farnesio, uno de los mejores diplomáticos de la época y un formidable militar.

Los nobles católicos del sur mantenían la esperanza de un acuerdo honorable con el rey de España, en contra de la intransigencia de los burgueses calvinistas del Norte, aglutinados por las familias Orange y Nassau. Farnesio se valió de esta diversidad de intereses, logró controlar a los tercios y recibió enormes cantidades de plata procedente de las Indias.

Hay que destacar como una accion importante la del conocido Guillermo de Orange, Nacido en Dillenburg, en Alemania, el 24 de abril de 1533, hijo de Guillermo, conde de Nassau. Educado como luterano hasta los once años, cuando heredó un territorio considerable, incluido el principado francés de Orange. Entonces, el emperador Carlos V (y I de España) insistió en que fuera educado en la corte imperial como católico. En 1555 Felipe II, hijo y sucesor de Carlos como rey de España, le hizo estatúder de las provincias holandesas de Holanda, Zelanda y Utrecht. El mismo año, sucedió a su padre como conde de Nassau.

La política de Felipe II en los Países Bajos llevó a que Guillermo, junto con otros miembros de la nobleza holandesa, organizara un fuerte movimiento contra la opresión española, por lo que en 1564, el Rey español se vio obligado a llamar al gobernador de los Países Bajos, el cardenal Antonio Perrenot Granvela. Sin embargo, tres años más tarde, alarmado por una rebelión holandesa general, envió a Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba y a un ejército a los Países Bajos con instrucciones de sofocar a todos los disidentes, civiles y religiosos. Guillermo se vio obligado a huir a Alemania. El duque de Alba le ordenó comparecer ante el consejo inquisitorial y, cuando ignoró la orden, embargó sus propiedades holandesas. Guillermo reunió un ejército de invasión y, en 1568, entró en los Países Bajos, donde pronto fue derrotado. Sin embargo, la rebelión se hizo más fuerte de forma progresiva y, en 1572, las provincias del norte de Holanda y Zelanda se sublevaron contra los españoles y le eligieron a él, que se había convertido al calvinismo, estatúder. Después de varios años más de lucha enconada, dieciséis de las diecisiete provincias se unieron contra España según los términos de la llamada Pacificación de Gante, firmada el 8 de noviembre de 1576. Pronto las poderosas fuerzas imperiales reconquistaron las cinco provincias del sur, que constituyen la actual Bélgica; pero en 1579, las provincias del norte, con él como líder, fundaron la Unión de Utrecht. Cinco años más tarde, el 10 de julio de 1584, fue asesinado. Le sucedió en el cargo de estatúder su hijo Mauricio de Nassau-Orange.

Guillermo de Orange fue uno de los grandes patriotas de la historia. Dio su vida y su fortuna a la causa de la independencia y la libertad religiosa. A pesar de que no pudo unir las provincias de los Países Bajos, la Unión de Utrecht se convirtió en el núcleo del actual estado de los Países Bajos.

En enero de 1579, diputados de las provincias de Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia, Güeldres y Ommelanden, firmaron la Unión de Utrecht. El acuerdo no mencionaba la autoridad del rey de España y comprometía a estos territorios a la lucha hasta la victoria total. El 23 de enero de 1579, la Unión de Utrecht, un acuerdo para defender los derechos provinciales tradicionales contra Felipe II de España, fue firmada por los representantes de las asambleas de los estados de Holanda, Zelanda, Utrecht y Groninga (excluida la ciudad con ese nombre), en la sala capitular de la catedral de Utrecht y proclamada en el Stadhuis (el ayuntamiento). Más tarde, la firmaron los representantes de Frisia, Overijssel y Güeldres, y Guillermo de Orange-Nassau, el Taciturno, líder de las fuerzas rebeldes. Ya que estas provincias del norte, dominadas por los calvinistas, no tenían intención de separarse de las provincias del sur, principalmente católicas, que habían abandonado los Estados Generales y firmado la Unión de Arras, se incluyó en el acuerdo una garantía de la tolerancia religiosa. Sin embargo, en la práctica, las dos uniones se convirtieron en los documentos fundadores de los estados que ahora se conocen como Países Bajos y Bélgica.

La Unión de Utrecht supuso la constitución de la República Holandesa de las Provincias Unidas hasta la fundación en 1795 de la República de Bátava.

En ese mismo mes los estados de Hainaut y Artois concluyeron la Unión de Arrás, a la que pronto se uniría el Flandes valón.

En el Tratado de Arrás (mayo de 1579), los valones reconocieron la plena autoridad de Felipe II, con lo que el sur quedó definitivamente integrado en los dominios españoles. Las provincias del Norte continuaron la guerra, y el mar fue en adelante el campo de batalla fundamental. Los intereses de Inglaterra vinieron a incidir en una lucha perdida de antemano para los españoles. En efecto, Gran Bretaña y Francia firmaron con ellas la coalición de Greenwich (1596), con el único objetivo de enfrentarse a la posición española en el orden internacional imperante. Después de la paz con Francia (Vervins, 1598), Felipe II entregó los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia y a su futuro marido, el archiduque Alberto, para que los gobernaran como soberanos conjuntos, con un estatuto de semiindependencia. Las provincias meridionales aceptaron, pero las septentrionales siguieron luchando.

En 1609, España, con Felipe III ya en el trono, reconoció oficialmente la independencia del Norte. El 9 de abril firmó en Amberes la denominada Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas.

4.EL FIN DE LA TREGUA 

Una de las razones de la intervención española en la guerra de los Treinta Años ha de buscarse en los Países Bajos. Cuando la Tregua de los Doce Años estaba a punto de finalizar, el conde-duque de Olivares era partidario de reanudar la lucha y, en las Provincias Unidas, el príncipe Mauricio de Nassau encabezaba a un grupo de calvinistas y comerciantes especialmente interesados en volver a las armas.


En 1621, coincidiendo con el reinado de Felipe IV, se reinició la guerra. Durante los primeros años las operaciones militares carecieron de espectacularidad, pero los recursos de las Indias llegados en 1624 permitieron una gran inversión militar, que condujo a Ambrosio de Spínola a la toma de Breda (1625). De forma paralela, la marina española logró mejorar su posición en América.

A partir de 1626, los intereses de España toman un rumbo diferente, que tienen su momento más adverso en la captura de la flota de la plata por la escuadra holandesa de Piet Heyn (1628). Sin embargo, y en contra de la opinión de Spínola, el Conde-Duque decidió mantener una política agresiva frente a las Provincias Unidas, a pesar de que hasta después de la batalla de Nördlingen (1634) no consiguió el apoyo de los ejércitos imperiales.

La ayuda alemana no fue más que simbólica y temporal; las dificultades económicas, financieras y políticas fueron en aumento desde 1638 y la sustitución de Olivares por Luis de Haro en 1643 no varió sustancialmente el curso de la contienda.


A comienzos de 1648 concluyó, en Westfalia, la guerra de los Treinta Años. A partir de entonces, España buscó un tratado bilateral con los holandeses que se firmó en Münster ese mismo año. Después de ochenta años de lucha, Holanda vio reconocida su independencia; los Países Bajos del sur continuaban siendo españoles.

martes, 7 de enero de 2014

La nueva fortificación para una nueva guerra, La traza Italiana

A finales del S.XV se vio la conveniencia de reestructurar las fortificaciones que venian heredadas de la edad media, muros altos, torres redondas, presas fáciles para la cada vez más eficaz artillería.

transición entre castillo y traza
En Italia se ideó un tipo de fortificación para defenderse de los ataques franceses, este tipo de fortificación recibió el nombre de "Traza Italiana", la forma de estrella con muros mas bajos y anchos con bastiones para posibilitar el fuego cruzado desde sus posiciones. Tomar una fortaleza de este tipo, abocaba al efército atacante a plantear un sitio férreo, para rendir así la plaza por hambre o colocar trenes de artillería concentrados en un punto para intentar abrir hueco en el muro y posteriormente el asalto de gran número de efectivos de infantería. Por supuesto el asedio y posterior asalto de este tipo de fortaleza estaba solo reservado a grandes ejércitos que solo los podía costear las grandes potencias de la época.

La planta es estas fortificaciones siempre geométricas eligiéndose en la mayoría de los casos el pentágono, así los muros nunca ofrecerían a la artillería un impacto frontal que hería mas daño.Los muros dejaron de ser de piedra para formarse de tierra y cal prensada, culquier daño sobre estos elementos serían fáciles de reparar. En los vértices de la estrella se colocaban lo que se llamaban los baluartes, donde se colocaban los arcabuceros y mosqueteros para dar un fuego cruzado al enemigo, al rededor se hacían fosos más anchos para evitar la excavación de minas y para dificultar el asalto de la infantería enemiga. Frente al foso nos encontramos con un parapeto por donde se movían mosqueteros que hostigaban al enemigo que se denominaba "glasis"