TIRO
AL PICHÓN
Aquí
me encuentro, acostumbrado como estaba a mi querida “Jeroma”, así
llamaba yo a mi hermosa ballesta y sin embargo me han obligado a
portar este engendro del demonio, que pesa un montón y además es
feo de narices y que a mi juicio servirá de poco en el campo de
batalla cuando esos malditos franceses, Dios se los lleve al
purgatorio cuanto antes mejor, se vengan encima de nosotros montados
en esos jamelgos acorazados corriendo como posesos a la caza de
nuestros culos españoles.
Lo
vi por primera vez en la toma de Baza allá por el año del señor de
1489, los portaban un pequeño grupo que venían del norte, del
concejo de Vizcaya y los tontospajones nos miraban por encima del
hombro a nosotros, a mi “Jeroma” y a mi y a mis compañeros
ballesteros, pero estos prendas no sabían con quien se las estaban
jugando, cogí a uno de ellos por banda y las tuve tiesas con el,
Hernando Quiñones se llamaba el mamonazo y tras diez o doce
“güantás” mutuas terminamos cargados de vino en la tienda que
montaba el tío Benito que nos seguía a todas partes con sus mulos y
carro para hacernos la vida mas llevadera en el campamento. Entre
vaso y vaso de ese vino peleón me comento el tal Quiñones que lo
que más le gustaría en este mundo sería enfilar a un moro con su
arcabuz y rellenarlo de plomo, como lo hacen con los faisanes que
dicen que comen los señores pudiente, que mamón esta hecho este
tío.
Pues
lo dicho, a la mañana siguiente al despuntar el alba nuestro capitán
nos hizo formar, pues el asedio que duraba ya seis meses terminaría
ese día, y mira tu por donde lo hicimos junto al pequeño
contingente de arcabuceros vizcainos
- Eh tu andaluz de mierda, vamos a joder a unos cuantos moros
- veremos lo que sabéis hacer con ese palo de hierro, tontopajón vascón
las
lombardas machacaban incesantemente los lienzos de las murallas de
Baza viéndose ya grietas importantes, efectivamente, acto seguido
se derrumbo un trozo de muro de piedra al los pies de los
“homicianos” que siempre, siempre iban en vanguardia. Corriendo
como alma que lleva el diablo nos posicionamos y empezamos a
asaetear a los moros que asomaban sus infieles narices por la
grieta, shiuuu, shiuuu, las flechas inundaron el aire haciendo
blanco en carne blanda de gorrino ismailita pero al tiempo Hernando
y sus vizcainos comenzaron la rociada de plomo. La leche jamás vi
cosa igual, ahí no importaba casco, coraza o escudo todos iban al
hoyo sin remisión, racatacataaaa... y otra fila mora al suelo o al
cielo con Alá como se quiera, en medio de ese “humerío” vi a
los cien arcabuceros en faena, tremendo, miré a mi Jeroma y le dije
- llego tu fin pequeña, llego tu fin.
Tras
la escabechina y rindiéndose la plaza sus majestades los Reyes,
muchos años los tenga el señor en su gloria, entraron por la
llamada puerta de la Magdalena obligando al cabecilla moro un tal
Cid-Hiaya a bautizarse, con dos cojones. Contentos y otra vez en casa
de Benito el del vino peleón hablé con Quiñones.
- Mira pedazo de carne con ojos, creía yo que esto del armatoste que traíais sería una nueva cagada de los intendentes, pero a fe que me ha sorprendido y reconozco su valía, ¿te imaginas a mil de estos en linea disparando?.
- Ojala mamón andaluz, pero no creo que lleguemos a tanto.
A
tanto no, a más, pues como os decía al principio de mi relato, aquí
me encuentro, pero no estoy solo tengo a mi lado a cuatro mil
arcabuceros, unas cuantas piezas de artillería y un pequeño
contingente de caballería ligera guardando nuestros culos. Que Dios
nos coja confesaos, pues los franceses del mamón de Lautrec no
tendrán piedad cuando lleguen aquí, a esta pequeña villa de
Bicoca.
Las
tareas que nos encomendó nuestro coronel Don Fernando Ávalos se
ejecutaron al punto y al pie de la letra, no andaba la cosa como para
hacerse el remolón, construimos un muro con tierra para cobijarnos
tras el y aguantar así las acometidas del francés y unas
plataformas terreras que se elevaban sobre nuestras cabezas donde el
de Pescara nos ordeno colocar la artillería. Frente a nosotros se
encontraba una llanura de unos quinientos metros una pequeña
pendiente que según se iba acercando a nosotros se convertía en
acusada pendiente, total... una cuesta de toa la vida de Dios, el
muro que construimos y apostados en el cuatro grandes lineas de
arcabuceros, guardando nuestra espaldas dos escuadrones de lansquetes
alemanes y más atrás, muuuuucho más atrás la caballería que
teníamos, poquita pero buena. Andábamos ultimando todas las tareas
encomendadas cuando de repente al caer la tarde del 26 de abril
aparecieron al final del campo los del Lautrec,
- joderrr, grité, creía que vendrían menos, pero coño se ha traído media Francia...
- Tranquilo andaluz que hoy me da a mi en el bigote que los vamos a calentar a base de bien, me contesto Hernando, que lo tenía a mi lado
- Así a ojo calculo yo que serán entre quince a veinte mil, ¡mejor! tocamos a mas por cabeza, jajajaja dijo el vizcaino.
Viendo
lo que veíamos nuestro Maestre, el sabio Colonna, mandó un jinete
que a uña de caballo tendría que ir a Milán para avisar y traerse
refuerzos, como así fue, unos seis mil de caballería que colocaron
cubriendo un puente que teníamos a retaguardia. La noche fue tensa,
los dos ejércitos en sus posiciones aguardando las ordenes para
actuar, pero no paso nada, a la mañana siguiente lo mismo, pero no
paso nada y al caer el sol observamos como el enemigo comenzó a
mover pieza mandando escuadras de bandas negras a limpiar el campo
de estacas y demás que habíamos colocado para ralentizar sus
movimiento, el fandango comenzaría en breve, y así fue vimos dos
grandes columnas de piqueros suizos que se nos venían encima,
marchaban orgullosos en perfectos cuadros, sin esperar a que su
artillería ablandase nuestras posiciones, cuando se encontraron a
tiro empezó la fiesta para nuestros artilleros. Boom, Boom, Boom
nuestros cañones escupían fuego a marchas forzadas, los cuadros
suizos eran un perfecto blanco y a fe que empezaron a caer como
moscas, cada vez que un bolazo daba en el cuadro veinte o treinta se
iban a freír esparragos, Boom, Boom a cada cañonazo mis compañeros
vociferaban,- ¡Toma suizo mamón!, Boom ¡Hazte un tirabuzón con
esa gabacho de mierda! La algarabía era grande viendo lo que los
nuestros le estaban dando a los suyos, pero esa algarabía pronto se
torno en rezos cuando observamos que las dos columnas enemigas
comenzaban la carga contra nuestras posiciones, esos mercenarios
suizos no venían con ganas de hacer amigos, pero Dios había
iluminado al de Ávalos pues la cuesta pronunciada que teníamos
frente al muro de tierra ralentizo muchísimo la carga de los
piqueros, y llego al fin nuestro turno Ratatata, Ratatata nuestra
primera y segunda linea de arcabuceros comenzó a rociar plomo sobre
esos mamones mercenarios prácticamente a bocajarro, a placer, eso
era tiro al pichón, suizo, pero pichón, estos tíos tan grandes,
tan rubios comenzaron a caer como fardos al suelo, y otra descarga,
y otra al cabo de media hora el enemigo se había dejado en el campo
de batalla a mas de tres mil de los suyos además de veintidós
capitanes y pensó el de Lautrec que ya era suficiente retirándose
al punto.
Otro día mas en la vida de un soldado del Tercio, un día más que sobrevivo para pelear de nuevo en otra ocasión, lastima del soldado Ruy Perez la única baja que sufrimos el día de Bicoca, muerto por la coz de una mula parda, maldita sea su estampa, que no por las malas artes del enemigo.
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